Anorexia en la tercera edad. Parte 1.

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Hola amigos, ¿cómo va su día? Espero que vaya muy bien, porque el día de hoy voy a comenzar con el artículo de la semana: la anorexia en el adulto mayor. En esta primera parte voy a darles una introducción acerca del tema. Esta información es de gran importancia, sobre todo para las personas de edad avanzada, ya que es un problema frecuente en esta población. ¡Qué tengan buen día!

Para empezar, hay que saber que la anorexia se refiere a la pérdida de apetito o falta de deseo por comer generado por un conjunto de factores tanto sociales, personales, fisiológicos y psicológicos. Este padecimiento debe diferenciarse de la intolerancia a determinados alimentos, la disminución del sentido del gusto, la saciedad precoz (plenitud tras la ingesta de una pequeña cantidad de nutrientes) y la dificultad en la ingesta.

Al llegar a la tercera edad hay un aumento en la grasa corporal, pero a pesar de esto,  existe una disminución linear de la ingesta a través de la vida. Además de las alteraciones del gusto y el olfato que suelen aparecer en el adulto mayor, disminuyen la satisfacción por comer y el interés por la alimentación.

La anorexia senil tiene como peligrosa consecuencia la desnutrición, que se asocia a pérdida de masa muscular y mayor riesgo de caídas, menor capacidad inmunológica y mayor aumento de fragilidad.  Según los expertos, este problema está presente en entre el 1 y el 8 por ciento de los  mayores que viven en sus domicilios. Entre los ancianos hospitalizados  y los ingresados en centros geriátricos, que tienen mayores problemas de enfermedad y dependencia, estas cifras  son bastante más elevadas. Dejar de comer, ya sea individual o colectivamente, supone renunciar a una actividad gratificante, lo que conduce a una pérdida de calidad de vida.

Hay ocasiones en las que las soluciones más simples pueden dar un giro al estado de salud del adulto mayor.